La danza medieval tuvo escasa relevancia, debido a la marginación a la que la sometió la Iglesia. A nivel eclesiástico, la única danza era las «danzas de la muerte», que tenían una finalidad moralizadora. En las cortes aristocráticas se dieron la «danzas bajas», llamadas así porque arrastraban los pies, de las que se tiene poca constancia. Fueron más importantes las danzas populares, de tipo folklórico, como el pasacalle y la farándula. En las interpretaciones escuchadas durante esta época, era posible escuchar arpas, flautas, trompetas y una gran gama de instrumentos de percusión. Se consideraba como una parte muy importante de la cultura pero a pesar de esto muchas personas, como los emperadores, se opusieron a esta expresión cultural. A pesar de que hubo una gran cantidad de oposiciones, se continuaba practicando la danza. Las danzas medievales son poco conocidas hoy en día porque se han conservado muy pocos escritos sobre ellas, y porque, además, en la época, ellos escribían las notas en un pentagrama de 4 líneas y no de 5, como tenemos actualmente, con lo cual resulta confuso el conocer las melodías. Además no se describen en ninguno de los escritos conservados, por tanto, es casi imposible saber cómo se hacían en la época.
Una de las danzas era la Danza de la muerte: Se trata de un diálogo en verso y por tanto representable, en que una Alegoría, personificación alegórica de la Muerte, como un esqueleto humano, llama a personas de distinta posición social o en diferentes etapas en la vida para bailar alrededor de una tumba. Típicamente estas figuras eran el Papa, el Obispo, el Emperador, el Sacristán, el Labrador, etc. La muerte les recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir.